martes, 31 de marzo de 2009

Propiedad en Ascuas

Autor: Juan José Garrido Koechlin.
Douglas North, en Estructuras y cambios en la historia económica, explica cómo el respeto a la propiedad privada -dentro de otras instituciones- promociona y promueve el desarrollo económico, político y social a partir de los incentivos que ésta desencadena. Sin instituciones -organizaciones legales, políticas, sociales y económicas- difícilmente hubiese llegado el ser humano al grado de desarrollo del cual hoy se beneficia. Empero, las instituciones sustentan dicho desarrollo en diversos grados y niveles. De acuerdo con Daron Acemoglu y Smith Johnson -en Unbundling Institutions, 2003- son las instituciones relacionadas con los derechos de propiedad -las cuales protegen a los individuos de la expropiación por parte del Estado o del poder económico- aquellas que ostentan el primer grado en cuanto a efectos de largo plazo al explicar desarrollo económico, inversión y desarrollo financiero. Dada la extensa literatura que confirma esta relación, es casi axiomático hablar de respeto a la propiedad y desarrollo.
En el Perú, sin embargo, la propiedad es más una suerte que un derecho. Tanto para la clase política como para la mayor parte de la opinión pública, la condición privada de una propiedad es, más que una realidad indiscutible e innegable, una condición de privilegio temporal, sujeta a las necesidades sociales y a los ánimos estatales. Así, vemos cómo el Presidente de la República legitima la expropiación delincuencial y la condonación de deudas -que finalmente se financian con recursos privados- sin que nadie, al menos no muchos, critiquen severamente las medidas. Ni qué decir del silencio del Poder Legislativo y Judicial. Para defender “esos” derechos, bien gracias.
Esto, por supuesto, no es ni casual ni atípico; ni siquiera un secreto. En el último Índice Internacional de Derechos de Propiedad 2009, publicado por el Property Rights Alliance antes de las desastrosas medidas mencionadas, el Perú figuraba en el puesto 82 sobre 115 países estudiados. Para algunos desafortunados, dicha posición no sonará tan alarmante; empero, en el desagregado del estudio podemos constatar que en el subtítulo Protección de los Derechos de Propiedad -es decir, sobre aquello a lo cual se refieren Acemoglu y Johnson- aparecemos en el puesto 94 sobre 115; es decir, tenemos peor calidad institucional frente al respeto de la propiedad que países subsaharianos como Burkina Faso, Kenia o Tanzania.
En medio de una crisis como la actual, flaco favor le hacemos al país acercándonos a la senda populista y estatista, e históricamente expropiadora, de la región.

Soares resuelve la crisis

Autor: Carlos Rodriguez Braun.
El líder socialista portugués Mario Soares escribe en El País que para resolver la crisis las recetas son: “la ruptura de raíz con el pasado económico neoliberal y el inicio de una nueva era, como ha dicho Obama, con el predominio de la política sobre el economicismo, el restablecimiento de los principios éticos, el castigo de los responsables de los grandes escándalos bancarios especulativos, la abolición de los paraísos fiscales y de las retribuciones y bonus millonarios concedidos a los administradores y gestores de las grandes empresas”.
Se supone que el economicismo es el apego desmedido a lo material, el egoísmo, etc. Pero si esto fuera así, entonces la forma de neutralizarlo es el espíritu y la generosidad. Don Mario, en cambio, no habla de eso sino de política, es decir, de la coacción. Quiere que predomine la política sobre la libertad.
El restablecimiento de los principios éticos es otro camelo, porque sospechosamente nunca hablan los políticos de la corrupción política. No. Ese mundo es impecable y los malos son los ciudadanos libres. Otra vez, la solución es que no lo sean.
Otro tanto vale para los malvados especuladores de la banca, porque Soares no hace ninguna referencia a la banca más importante, la banca responsable de la especulación, la burbuja y la crisis, la banca de los políticos, la banca central.
La abolición de los paraísos fiscales, por su parte, es una propuesta que apenas oculta la verdadera intención: subir los impuestos con más tranquilidad.
Regular los sueldos y primas de los ejecutivos es otra consigna demagógica al uso. Ya existe la forma de regularlos: el mercado. Pero eso es lo que el señor Soares y la izquierda abominan: la libertad.

lunes, 23 de marzo de 2009

Planes en Estados Unidos: ¿funcionarán?

Por: Jorge Sicilia
En Estados Unidos, una recesión que comenzó a finales del 2007 y a la que todavía no se ve fin, y un sector financiero que no está cumpliendo su función de otorgar crédito son los principales retos a corto plazo en el frente económico y financiero.

Ya se ha diseñado y aprobado un paquete de ayuda fiscal en tiempo record, y las nuevas directrices del plan financiero. Ambas son buenas noticias, pero con matices. Y los matices son importantes.

El plan fiscal de 786 billones es el mayor en la historia de EEUU (exceptuando el plan de inversión en infraestructuras de Eisenhower en los 50). Tiene un poco de todo: por un lado, recorte de impuestos (algo más de un tercio) y gasto público; y por otro lado, medidas de corto y de largo plazo. Las medidas de aplicación rápida (que ya han comenzado) van a permitir amortiguar la recesión.

Las de mayor plazo pueden permitir sentar las bases para un gasto sostenido en el tiempo que se extienda más allá de 2010 y que pueda aumentar la productividad en el país, si consiguen que la política pública abra espacios a una mejor educación y un mejorado sistema sanitario, por no hablar del uso de energías renovables.

En el Presupuesto que acaba de presentar en el Congreso, Obama propone aumentar significativamente la inversión en estos tres pilares.

Regresando al plan fiscal de recuperación, si bien hay notas negativas, como el poco apoyo de los Republicanos (tres senadores y ningún congresista), hay que notar que de dos tercios del plan se podría ejercer antes de mediados de 2010.Más dudas ha generado el anuncio del plan financiero por parte del Secretario del Tesoro.

El plan tiene puntos fuertes porque sienta las bases para una acción menos errática que la ejercida hasta el momento porque ataca varias partes del problema al mismo tiempo.

En primer lugar, plantea determinar de manera homogénea entre entidades el tamaño del agujero en el balance de los bancos generado por los activos tóxicos y por el impacto cíclico en la morosidad (aunque su cálculo llevará tiempo y no está claro todavía cuan pública será su difusión).

En segundo lugar, plantea un plan con tres líneas de acción:

* Reforzar los programas existentes para otorgar liquidez para la generación de nuevos préstamos (una expansión hasta un trillón de dólares de un programa de la Reserva Federal —el TALF— que todavía no ha comenzado).

* Incentivar que el sector privado pueda ayudar a retirar los activos tóxicos de las entidades (hasta por un trillón de dólares).

* Seguir inyectando capital a los bancos.

Además, se van a dedicar $75bn para reducir los pagos mensuales de las hipotecas e intentar reducir los embargos.

Pero tiene también puntos débiles que justifican las dudas que ha generado el plan, y que parten de la ausencia de detalles sobre la implementación de varias de estas líneas de acción, lo que contrasta con los mensajes previos del Secretario del Tesoro de la necesidad de actuar de manera decidida y rápida para atajar el problema.

Mientras conocemos más detalles, esto solo se puede valorar haciendo supuestos.

Supongamos que el plan para evitar los embargos pone un suelo a la valoración de los precios de la vivienda y permite que el precio de los activos con subyacente hipotecario suba de precio, o al menos deje de caer, reduciendo el riesgo de pérdidas desconocidas si se compran a precios de hoy.

Supongamos también que esto permite que un fondo con capital privado encuentre más fácilmente un precio para los activos tóxicos y los vaya sacando del balance de los bancos, aunque sea a un precio inferior al que los bancos lo tienen anotado en su balance, que requeriría poner más capital en el sector bancario.

Supongamos que el ejercicio de estrés testing es severo y realista en la valoración de los activos tóxicos y del aumento de la mora ante la recesión de EEUU.

Y supongamos que, con todo lo anterior, haya una estimación realista y transparente de la falta de capital en el sistema bancario.

Tras todos estos supuestos, hay dos posibilidades:

La primera es que el capital que se tiene que inyectar en el sistema esté disponible (aunque una porción de bancos en EEUU tengan capital suficiente); bien porque lo que queda de gastar del TARP sea suficiente, bien porque si no es suficiente, el capital privado cubriría la diferencia.

Esta opción es difícil porque al capital privado le va a tomar tiempo entrar en el sector hasta que éste se estabilice. Si el capital disponible no es suficiente, la única salida es que se ponga más dinero público para inyectar más capital público a estas entidades (el Presupuesto presentado por Obama plantea la posibilidad de dedicar $250bn adicionales a estabilizar los mercados financieros adicionales a los $700bn ya asignados en el TARP).

Si una clave del éxito es, por tanto, que el diseño del plan sea efectivo, que las medidas se complementen unas a otras y que haya suerte (que no haya imprevistos financieros serios por el camino); otra es que estén abiertos a la posibilidad de aceptar que el problema solo se puede solucionar a través de pedir más fondos al congreso para “cerrar” un posible gap de capital del sistema si fuera necesario.

Más allá de las dudas que se despejarán en las próximas semanas (desearíamos) o meses, nada de esto va a impedir que la recesión continúe en 2009, pero sí puede ayudar tanto a minimizar el impacto del deterioro cíclico a partir del segundo trimestre del año en Estados Unidos, como a sentar las bases para que tras el necesario ajuste del sector financiero, la recuperación sea más sostenida hacia delante.

La historia ha enseñado cómo actuar, y la nueva administración parece decidida a no pecar de timorata. Ojala sea así. Y que el Congreso les acompañe

domingo, 15 de marzo de 2009

Keynes y Friedman se Equivocaron

Autor: Adrián Ravier.
¿Cómo explica la Escuela de Chicago el desplome bursátil? ¿Cómo explicaría Friedman la burbuja inmobiliaria y la caída en los precios de los inmuebles? ¿Se sigue manteniendo que la política monetaria no tiene efectos reales sobre la economía?
En estos tiempos de penuria, la mayoría de economistas mira hacia atrás y compara la crisis actual con la ocurrida en la Gran Depresión de los años treinta.
Sobre ese período hay tres interpretaciones principales. Primero, la keynesiana, desarrollada por Lord Keynes para provocar una contrarrevolución en el ambiente académico y devolver a las universidades las desprestigiadas teorías mercantilistas.
Segundo, la visión de la Escuela de Chicago, que al contrario de Keynes no considera que la crisis se debiera a la inestabilidad del sistema capitalista, sino a un error de la política monetaria. Friedman asegura que el fallo fue no haber mantenido una política monetaria “estable”. De haber mantenido la misma tasa de expansión del crédito para el período 1924-1928, Estados Unidos y el mundo no habrían tenido que pasar por aquella dolorosa depresión.
Tercero, la visión de la Escuela de Viena, que al igual que la de Chicago desconfía de la visión keynesiana. No obstante, si bien reconoce que el error estuvo en la política monetaria, no se concentra en la contracción iniciada en 1928-1929, sino en el proceso de expansión crediticia iniciado en 1924.
Tenemos aquí un gran debate que los economistas nos deberíamos replantear: Friedman asegura que la política monetaria debió seguir su camino y entonces se habría evitado la Gran Depresión. Mises y Hayek, por su parte, afirman que una vez iniciado el proceso de expansión, la recesión era inevitable.
La actual crisis global tiene una característica distintiva respecto de aquella Gran Depresión: si bien ha habido en los últimos años períodos de desaceleración económica (por ejemplo, 2001 y 2002), la Reserva Federal nunca emprendió un proceso de contracción monetaria como el de 1929-1933.
¿Por qué entonces estamos sufriendo un proceso de crisis y depresión que ha llevado a Estados Unidos a su mayor retroceso económico en 26 años? ¿Cómo explica la Escuela de Chicago el desplome bursátil? ¿Cómo explicaría Friedman la burbuja inmobiliaria y la caída en los precios de los inmuebles? ¿Qué respuesta se nos ofrece sobre las enormes cantidades de empleos destruidos que cada día saltan a los titulares de todos los diarios? ¿Se sigue manteniendo que la política monetaria no tiene efectos reales sobre la economía?
La actual crisis también fue provocada por errores de política monetaria. Pero no porque haya habido una “gran contracción” por parte de la Reserva Federal, semejante a aquella de la década de los treinta, sino ésta y también el Banco Central Europeo y el de Japón –podríamos enumerar a prácticamente todos los bancos centrales– han creado esta “burbuja económica” que necesariamente se debía desinflar.
Numerosos empresarios e intelectuales, entre ellos economistas de todas partes del mundo, se han reunido en Davos para intentar explicar qué ocurrió y qué medidas se pueden tomar para evitar crisis semejantes en el futuro. El desconcierto no tiene antecedentes.
Davos nos ha dejado una importante conclusión: es necesario un cambio de paradigma para entender cómo funciona el mundo, para entender lo que ocurrió en esta “segunda Gran Depresión” y, desde luego, para entender qué reformas son necesarias con el objetivo de que esta crisis no se repita. Hayek tenía razón en su interpretación de la Gran Depresión de los años treinta. Mises, su maestro, junto a toda la Escuela de Viena, nos han dejado un paradigma económico alternativo que todos los economistas debieran empezar a considerar seriamente.