domingo, 28 de octubre de 2012

El debate del modelo económico

Por: Eduardo Sarmiento
La primera desavenencia corrió por cuenta del modelo económico.
No sobra recordar que el modelo económico no es otra cosa que un marco de referencia abstracto, más aún teórico, sobre las características determinantes del sistema económico. En muchas facetas es un lenguaje para simplificar el problema y destacar los componentes sobresalientes. No es fácil abordar algunos temas económicos específicos sin una visión general.
Así lo confirma el tema de desarrollo agrícola. El monumental retroceso del sector en los últimos 20 años se originó en la apertura comercial y se verá acentuado por el TLC, que a los tres meses de iniciado disparó las importaciones agrícolas por encima del 50%. El desmonte arancelario de los cereales y los productos de la ganadería dejaron el agro desprovisto de demanda mundial. Mientras no existan los compradores que impulsen la expansión del área agrícola y de la producción, no será posible avanzar en las reformas que buscan distribuir la propiedad y erradicar la pobreza y la exclusión.
Algo similar se plantea con respecto al debate nacional sobre el predominio minero, el retraso de la industria, la proliferación de los monopolios en las telecomunicaciones y el caos de la salud. Estas enormidades se ven como aspectos aislados, cuando son simples consecuencias del modelo de libre mercado y competencia que le asignan prioridad al abaratamiento de las importaciones sobre el empleo y le dan rienda al lucro individual.
En mi ultimo libro, Transformación productiva y equidad se muestra cómo el modelo económico tiene un papel dominante en la construcción de una sociedad equitativa. La adopción del modelo neoliberal en 1991 por la administración Gaviria, al igual que en toda América Latina, fue seguida de un deterioro sin precedentes del coeficiente de Gini de la distribución del ingreso. La revista Economist, que se caracteriza por su abierta defensa al libre mercado, en la última entrega reconoce que la globalización y la apertura comercial contribuyeron al deterioro de la distribución del ingreso en las dos terceras partes del planeta.
La gravedad de este diagnóstico no corresponde a las soluciones. Luego de reconocer el aumento de las desigualdades y la necesidad de corregirlas con la política pública, el Gobierno y Economist proponen bajar los gravámenes al capital, y las empresas, trasladarlos a los ingresos medios y ampliar el gasto social de baja calidad. Así, las desigualdades causadas por el modelo y la consecuente depresión de los ingresos del trabajo con respecto al capital se pretenden corregir con impuestos a la clase media y asistencialismo, ignorando que la mayor capacidad tributaria está en los grupos altos.
Ciertamente, el modelo económico no se puede cambiar en unos meses y la mesa de diálogo no tiene poderes para hacerlo. La decisión sobre la organización económica y social les corresponde a todos los colombianos y, en consecuencia, debe hacerse dentro de los canales señalados en la Constitución.
La verdad es que el debate sobre el modelo empezó de tiempo atrás y se encuentra en su momento más álgido. El impasse reside en que el fracaso no ha llevado a la modificación de las concepciones y las instituciones. Como sucede en Europa y Estados Unidos, los responsables de la crisis buscan las soluciones con el mismo modelo que la causó. En su lugar, se plantea reconocer que las enormes iniquidades de la sociedad no se corrigen con recetas neoliberales, avanzar en teorías más representativas de la realidad y aterrizar en la revisión de las instituciones dominantes.
 
Fuente: elespectador.com

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